Por desgracia para los grandes aficionados, ninguna bodega seria que se precie, que pretenda posicionarse en el mercado con un producto reconocible para el consumidor, puede embotellar cientos de vinos distintos procedentes de sus botas «únicas». Sería un sin sentido, teniendo en cuenta además que al año siguiente las nuevas sacas tendrían otras características, como consecuencia de la evolución natural de las botas y de las escalas con las que se vuelven a rellenar.
Estamos viviendo un wine bang redescubriendo los grandes vinos que esperaban en silencio el interés de las nuevas generaciones, con nuevas elaboraciones o antiguas formas de hacer.